Al Pereyra
El triunfo electoral del Nuevo Frente Popular (NFP), alianza de izquierda conformada por Francia Insumisa, el Partido Socialista, los Verdes y el Partido Comunista, demostró la madurez política de la izquierda francesa ante los abates de la extrema derecha; además, es un ejemplo para los partidos de izquierda que en momentos críticos “la unión hace la fuerza”.
La victoria del NFO se cimentó en la capacidad efectiva que tuvieron los partidos de izquierda de haber conformado en tiempo récord un acuerdo electoral ante el peligro real de un triunfo de la ultraderecha.
El programa común del NFP constituye un claro ejemplo de la capacidad efectiva de las fuerzas de izquierda y populares de proponer un conjunto de medidas concretas de carácter político, económico, social, ambiental y cultural capaz de detener al rodillo compresor de las contrarreformas neoliberales.
Fueron los partidos de la izquierda francesa que supieron canalizar electoralmente una parte significativa del descontento social expresado en las calles en reiteradas y masivas protestas ocurridas en los últimos años (la de los Chalecos Amarillos, las manifestaciones contra la contrarreforma jubilatoria), evitando así “in extremis” la recuperación del descontento por las fuerzas del fascismo.
El triunfo en la segunda vuelta (luego de que el NFP obtuviera un segundo lugar en el primer escrutinio del 30 de junio) se asentó en la impresionante capacidad de movilización de una amplia fuerza y reserva militante durante la última semana que no solo incluyó a la militancia de las agrupaciones del NFP sino también a la militancia sindical, de numerosos movimientos sociales antifascistas, de mujeres, de jóvenes y asociativa.
Este ejemplo debe ser tomado en cuenta por el gobierno boliviano, que dice ser de izquierda, que anda inmerso en una lucha de poderes personales que a la postre resultará funesto para el pueblo y los movimientos sociales.
El contundente fracaso de la gestión del presidente Luis Arce Catacora para intentar recuperar la iniciativa política y recomponer su popularidad, al precio que cueste, debería llamarlo a la reflexión y dar un paso al costado por el bien de millones de bolivianos.
Hoy en día, la división que existe en el Movimiento al Socialismo (MAS) demuestra que en vez de hacer el bien a los bolivianos y bolivianas lo único que hace es perforar los cimientos de un programa político que fue bien ejecutado durante catorce años por el gobierno del expresidente Evo Morales.
La administración de Arce Catacora se aferra desesperadamente a un liderazgo del MAS que no le corresponde, pues el mismo presidente, como muchos integrantes de su gabinete, busca destruir a la izquierda nacional.
Las recientes expresiones de discriminación y racismo expresadas por la ministra de la Presidencia, Marianela Prada, contra Morales, al afirmar que era una “miseria humana”, demuestran una vez más el odio enfermizo hacía el líder del MAS.
Las acciones y declaraciones del Gobierno, contra Morales, expresan que su objetivo principal es buscar su inhabilitación y apoderarse del MAS, lo cual significa que en vez de unir a la izquierda solo buscan su desunión, su destrucción y por ende su sepultura.