La Ley 348 y sus resistencias

María Isabel Caero

La violencia contra las mujeres es una pandemia social, es una pandemia que genera no solo heridas en los cuerpos de las mujeres y en sus sentimientos, sino también muertes de mujeres por el solo hecho de ser mujeres. A nivel internacional, en varios eventos se han propuesto acciones en contra de la Violencia para que todos los países las apliquen. A nivel nacional, siguiendo estas directrices se han desarrollado muchas campañas y una lucha permanente para contar con normativas que frenen esta plaga. Anteriormente teníamos la Ley 1674 Contra la Violencia en la familia o doméstica y después de un largo proceso de acción política e incidencia por parte de las mujeres se aprobó la Ley 348 Para garantizar a las mujeres una vida sin Violencia, aprobada el 9 de marzo de 2013 

Diariamente vemos noticias en los medios de comunicación sobre la violencia que sufren las mujeres junto con sus hijos, desde insultos, golpes y agresiones hasta feminicidios. De esta forma, de enero a la fecha tenemos 6 feminicidios en  Cochabamba.  La información es solo de aquellos casos que se denuncian y los que no, quedan en la oscuridad; lo cierto es que estudios muestran que 7 de cada 10 mujeres en  Bolivia han sufrido algún tipo de violencia. Pero lo más preocupante es que la mayoría de estos asuntos quedan en la impunidad y no hay solución a los conflictos. Es una realidad también la poca atención de las instituciones encargadas de prestar asistencia y realizar prevención del problema y, lo peor, es que hay limitaciones y resistencias de los operadores de justicia para aplicar sanciones.

En el último tiempo, en base a declaraciones del presidente del Senado que dice que la Ley 348 es una ley anti hombres, se han realizado movilizaciones y protestas de algunos hombres que quieren cambiar la ley. No dudamos que todas las leyes son perfectibles, sin embargo, nos sorprende, primero, que un personaje que fue parte de la propuesta del VIVIR BIEN, ahora vaya en contra de relaciones equitativas entre hombres y mujeres, que vaya en contra de más del 50% de la población, que vaya en contra de los derechos humanos de las mujeres y, por tanto, de la estabilidad física y emocional. No cabe duda que algunos hombres también sufren algún tipo de injusticia en sus denuncias con los operadores de justicia, pero evaluaremos los miles de casos de violencia contra mujeres que siguen sin resolverse, y es que en la aplicación de la ley también hay acciones patriarcales que hacen todo para que las mujeres no reciban justicia como manda la 348. Este señor, máxima autoridad de la Asamblea, deberá analizar las relaciones cotidianas donde la fuerza física de los hombres impera, incluso contra hombres de menor contextura física.

Las organizaciones de mujeres estamos seguras que la Ley 348 es un avance, seguiremos insistiendo en su vigencia, y en dotar a las mujeres de más instrumentos legales, económicos y psicológicos para que enfrenten de mejor manera esta plaga del siglo que más se parece a una guerra, una guerra que mata a la compañera de la vida, a la madre de los hijos, que mata el amor, la ternura y la paz en ese ámbito chico del hogar. Esta violencia es la más dolorosa porque no viene de un extraño, no viene de un enemigo, viene de la pareja de la persona que más se ama y de la que más debería amarte, y las autoridades electas son las que deberían luchar por ser justos y defender a la mayoría que sufre violencia.

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