Por Stella Calloni
El comandante Fidel Castro Ruz nació en Cuba hace 98 años y ya no está físicamente entre nosotros desde noviembre de 2016 pero sigue naciendo y renaciendo en los que resisten y luchan en todos los frentes de batallas en estos tiempos cuando estamos viviendo un proceso de enormes cambios y grandes amenazas.
Es el caos de la resurrección y el eterno valor de su legado, es nuestra marcha hacia un futuro de dignidad para la humanidad. Cuba nos demuestra lo que significa este legado que abre e ilumina los caminos de la liberación para los pueblos del mundo.
Es un período histórico donde se juega el destino, el futuro y la posibilidad o no de la sobrevivencia de la humanidad, y la decisión del gobierno y el pueblo de Cuba, en uno de sus más difíciles momentos. Se conmemoró el aniversario del nacimiento del líder de la Revolución Cubana en Birán, Holguín, el 13 de agosto de 1926, con eventos culturales que mostraron al mundo la resistencia de una cultura viva, desafiante, ante los oscuros laberintos del colonialismo que intenta regresar a Nuestra América.
Es esta revolución de la cultura lo que inquieta al poder hegemónico, y es uno de los mayores legados de Fidel, que alienta la imaginación creativa de nuestros pueblos, capaz de despertar a sociedades zombificadas, víctimas del proyecto de dominación y del colonialismo cultural del que seguimos siendo víctimas en nuestra región, gracias a la dependencia, que continúa en este siglo XXI.
Una dependencia que ya no basta a las necesidades imperiales ante la nueva realidad de un mundo en cambio acelerado, enfrentando Estados Unidos y sus asociados a potencias como China, la Federación Rusa y una cantidad de países donde vive el 60 por ciento de la población mundial en enormes y ricos territorios.
El poder hegemónico, cada vez más desgastado, avanza violentando todo a su paso porque necesita asegurar el control de los países de América Latina y el Caribe y mueve sus cartas de poder para silenciarnos, confundirnos, acelerar la dominación colonial de nuestros territorios. A través de toda su historia imperial nos consideraron su “patio trasero”.
Destruir nuestra cultura, nuestra identidad, es un paso indispensable. Borrar nuestro pasado de resistencia a la expansión imperial es robarnos el futuro como países independientes y libres al fin. El pueblo cubano nos mostró también el camino, amenazado como nunca antes, celebrando la vida bajo los terrorismos del poder hegemónico.
El sometimiento sólo se puede lograr si nos hunden en la pobreza, el hambre, la ignorancia, si nos borran identidades y culturas, para lo cual necesitan destruir todo gobierno que legisle y actúe en favor del pueblo, que rescate las glorias del pasado y del presente para armar un futuro de paz y de justicia.
Para eso hay que arrancar de raíz la ignorancia y todo lo que ata las manos de los pueblos y lograr que el ser humano recupere su humanidad entendiendo ésta como dignidad. Se hace muy difícil ahora cuando sólo lograr la sobrevivencia parece un sueño inalcanzable, pero no imposible. Ya no nos dominan con espejitos de colores, necesitan herramientas de nuevas y sofisticadas tecnologías, que ellos manejan y que cambian el eje de nuestras sociedades.
Han logrado, con el control de los medios de comunicación masiva, entre ellos las redes sociales, que utilizan masivamente como un arma muy bien aceitada, paralizando a sectores de nuestras sociedades. Los dueños de esas nuevas tecnologías se han convertido en los grandes magnates sólo comparables con los fabricantes de armas de una inimaginable sofisticación.
En estos momentos como nunca antes nos falta el comandante Fidel Castro, aunque su visión de tan largo alcance nos permite, como un poderoso refugio, acudir a su pensamiento que cabalga por el mundo, sus discursos, escrituras y su voz que se adelantan a todos los tiempos.
Estamos ante la posibilidad de una guerra con el uso de armas nucleares. Desde hace muchos años atrás ya lo advertía Fidel en 2007. “Hoy el mundo cuenta con decenas de miles de bombas nucleares, 50 veces más poderosas con portadores varias veces más veloces que el sonido y de una precisión absoluta, con los cuales nuestra sofisticada especie puede autodestruirse” algo que llevaba años denunciando el líder cubano.
Lo mismo hacía cuando abordaba el tema del calentamiento global que advertía “como la terrible espada de Damocles que pende sobre la vida de la especie”, lo que no era conocido “por la inmensa mayoría de los habitantes del planeta y, aún hoy existe gran ignorancia y confusión sobre estos temas”.
Si se escucha a los voceros de las transnacionales y su aparato de divulgación, “vivimos en el mejor de los mundos” escribió Fidel con ironía y analizó que lo que nos vendía y vende la publicidad del imperio con todo ese lenguaje de la seducción colonizadora destinado a confundir, ya que la población no puede acceder a otras voces silenciadas por la dictadura mediática.
El poder de los medios de comunicación, las redes sociales, los aparatos transmisores que invaden cada rincón de nuestros pueblos, están bajo el mando de generales mediáticos, con un gran poder de fuego, por lo que ensamblan con el poderío militar, aterrorizando, corrompiendo y confundiendo.
Lo advirtió Fidel y lo escuchamos con esa pasión en su voz, con la precisión de su lenguaje y la convicción con que nos mostró y nos muestra la otra cara de un mundo, ahora invivible e incierto, y nos señaló el rumbo hacia “otro mundo posible” y necesario para salvar a la humanidad.
No hubo un solo período histórico en que Fidel Castro perdiera la mirada estratégica, la advertencia necesaria, y si no hubiéramos perdido nosotros la posibilidad más importante que tuvimos que fue lo sucedido al comenzar el siglo XXI, cuando habíamos logrado superar diferencias, diversidades, asimetrías para comenzar otro camino de unidad en noviembre de 2011, cuando en Caracas, Venezuela, se puso en marcha la Comunidad de Naciones Suramericanas y Caribeñas (CELAC) estaríamos hoy en otra situación.
La unidad de entonces alertó a Estados Unidos en su proyecto geoestratégico actual de recolonización de América Latina y el Caribe en este siglo. Una unidad que era el sueño eterno y tantas veces solitario de Fidel que se reavivó al encontrarse con el líder venezolano Hugo Chávez, amparados por las sombras de José Martí y de Simón Bolívar y de todos los héroes de cada país en Nuestra América. Todavía quedan rescoldos de ese fuego, que hay que recuperar.