Al Pereyra
Sin un claro favorito entre la candidata demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump, las elecciones presidenciales en Estados Unidos el martes se enmarcan en una de las más reñidas de la historia del país del norte.
La presidencia puede decidirse una vez más por un puñado de votos de la comunidad latina que representa un quince por ciento del electorado, pueden resultar clave. Más de 36 millones de latinos, de los 65 millones que viven en el país del norte, están habilitados para los comicios. Se trata de un grupo de votantes muy disputado, al igual que muy heterogéneo, que se concentran principalmente en los estados de California, Texas, Nevada, Florida, Nueva York, Pensilvania y Arizona, si bien es en Nuevo México donde se alcanza el mayor porcentaje de electores latinos, con el 45 por ciento. Tradicionalmente, los ciudadanos de origen latino han votado sobre todo demócrata, si bien en los últimos años se han reducido esas distancias y el expresidente y candidato republicano, Donald Trump, ganó terreno en 2020 entre esta parte del electorado.
Según el sondeo del sitio Real Clear Politics, Harris tiene una leve ventaja de dos puntos a nivel nacional sobre el magnate, pero el número aún está dentro del margen de error.
En un complejo y controvertido sistema, en Estados Unidos es posible que no gane el candidato más votado, sino el que alcance una mayoría de 270 de los 538 votos del Colegio Electoral, sumando muchos estados o estados de gran peso demográfico.
Se sabe que 38 de los 50 estados han votado por el mismo partido político entre 2000 y 2016. Por ejemplo, California o Nueva York son estados “azules” porque siempre eligen candidatos demócratas y otros como Oklahoma, Arkansas o Texas son “rojos” porque se inclinan por los republicanos.
Por eso el ganador casi siempre se decide por un puñado de estados conocidos como “swing states”, o sea que oscilan de un partido a otro según la elección. Todo indica que las elecciones del martes dependerán de siete distritos clave, con electorados “púrpura”, o más mezclados: Wisconsin, Michigan, Pennsylvania, Arizona, Nevada, Georgia y Carolina del Norte, donde Trump y Harris pelean cabeza a cabeza y dedican todo su tiempo en el tramo final de la campaña.
Los analistas consideran que Harris solo necesita ganar en el “Cinturón del óxido”, Pennsylvania, Wisconsin y Michigan, para obtener los 270 votos necesarios en el Colegio Electoral y ganar las elecciones, a menos que haya resultados sorprendentes en otros lugares. Si Trump gana en Pennsylvania, Carolina del Norte y Georgia, tendrá suficientes votos para ser declarado ganador, a menos que haya sorpresas en otros estados. Trump también podría ganar si vence a Harris en los estados indecisos del Cinturón del Sol de Arizona, Georgia y Carolina del Norte, y también suma Wisconsin o Michigan.
La fortaleza de Harris está en los votantes progresistas de grandes ciudades que tienen secundario completo o educación universitaria y también de origen más diverso. De madre india y padre jamaiquino, Harris ha aumentado su influencia en el electorado afroamericano y asiático. Harris ha logrado revitalizar a los jóvenes y a las mujeres que ven con expectativa que se convierta en la primera presidenta de la historia de Estados Unidos.
En tanto, la principal fortaleza de Trump reside en los hombres blancos, sin educación universitaria, que viven en los estados del interior del país y fuera de los centros urbanos. Muchos de ellos han sido víctimas de la desindustrialización y creen que las nuevas economías –sobre todo las “verdes”- los han desplazado. A Trump también los apoyan los sectores más religiosos, que agradecen que el magnate en su gestión anterior haya nombrado a tres jueces conservadores en la Corte Suprema que limitaron, por ejemplo, el derecho al aborto que ahora se determina en cada estado. Los trumpistas sienten a los inmigrantes como una amenaza para el país y la identidad anglosajona. Y creen que la economía de los últimos cuatro años no los ha beneficiado.
Todo hace ver que los estadounidenses están una vez más frente a gran incertidumbre política por determinar quién regirá los destinos del país para los próximos cuatro años.