Al Pereyra
A pocos días de haberse cumplido mil días de la guerra entre Ucrania y Rusia, la comunidad internacional expresó su preocupación después que el presidente estadounidense Joe Biden autorizará al gobierno de Volodimir Zelenski la utilización de sus misiles en territorio ruso, autorización que fue contrarrestada por el jefe de Estado ruso, Vladimir Putin, al ordenar lanzar, por primera vez, un misil balístico hipersónico contra Ucrania.
Rusia está ganando terreno constantemente en el este de Ucrania pese al alto número de bajas y con las fuerzas ucranianas necesitadas de más soldados, pero con un cambio importante en el apoyo que reciben de Estados Unidos: la posibilidad de utilizar los misiles Atacms en territorio ruso.
Rusia acusó a Estados Unidos de echar “leña al fuego” y seguir provocando una escalada de tensión en torno a la guerra en Ucrania al autorizar ataques con misiles de largo alcance. Sin dejar pasar un segundo más, Moscú actualizó su doctrina nuclear y Putin firmó un decreto por el que se aprueban los fundamentos de la política estatal rusa en el ámbito de la disuasión nuclear.
El documento establece que “la agresión de cualquier Estado de una coalición, bloque o alianza militar contra la Federación Rusa o sus aliados se considerará una agresión”. El decreto determina que «la disuasión de la agresión está garantizada por la totalidad del poder militar de la Federación Rusa, incluidas las armas nucleares».
Moscú confiaba en que las potencias occidentales atendieran los avisos del Kremlin, como el claro mensaje que Putin envió en septiembre pasado cuando dijo que si daban permiso a Kiev para el empleo de misiles de largo alcance eso significará que Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) “están en guerra con Rusia”.
La semana pasada, la cadena de televisión CNN y el influyente diario The New York Times informaron de la decisión sin precedentes del gobierno de Biden, quien finalizará su mandato el próximo 20 de enero. La cadena estadounidense, que citó como fuentes a dos funcionarios del país del norte, aseguró que las armas están destinadas a ser utilizadas, por el momento y principalmente, en Kursk, la región del sur de Rusia, en la que Moscú ha desplegado casi 50.000 tropas.
La decisión del presidente Biden es un cambio importante en la política estadounidense y ha dividido a sus asesores, ya que la medida se produce dos meses antes de que su sucesor, el presidente electo, el republicano Donald Trump, asuma el cargo, tras haber prometido que va a limitar el apoyo a Ucrania.
Recordemos que Trump como Putin mantienen buena sintonía. Durante su campaña electoral, Trump aseguró que tiene la intención total de lograr alcanzar de alguna manera la paz en el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
Además, durante la primera presidencia de Trump (2017-2021), éste mantuvo en alto la diplomacia de Washington con Moscú. Trump ha afirmado repetidamente que mantiene buena relación con Putin.
A finales de septiembre, en una reunión con el presidente ucraniano Zelenski en Nueva York, mencionó su buena relación con Putin y si sería reelegido presidente de Estados Unidos, esta relación le podría ayudar a poner fin rápidamente a la guerra.
Sus oponentes, sin embargo, lo acusaron de estar demasiado cerca del líder del Kremlin e incluso de actuar, en ocasiones, en beneficio de los intereses de Moscú. El temor es que, bajo otro Gobierno de Trump, el acuerdo para poner fin a la guerra de Ucrania pueda significar importantes concesiones a Moscú.
Desde que hace más de un año, las fuerzas rusas no han dejado de avanzar en la región de Donetsk, en el este de Ucrania, aunque Moscú sigue lejos de su objetivo de controlar todo el territorio.
Aunque reconoce estos avances rusos, Kiev insiste en que tienen lugar a un precio récord de pérdidas humanas y de material, y se aferra, como llevan haciéndolo desde el segundo año de la guerra, a la esperanza de que el Kremlin se quede sin hombres y equipamiento para suplir estas bajas. Esperanza que se disuelve teniendo en cuenta que en enero próximo Trump regirá la política estadounidense que, para muchos, estará en sintonía con Moscú.