National Geographic En una época donde los continentes que conocemos hoy no existían como tales, la Tierra albergaba un supercontinente llamado Gondwana, que comprendía lo que hoy es África, América del Sur, Australia, la Antártida, el subcontinente indio y la Península Arábiga.
Este vasto territorio fue el hogar de gigantescos reptiles, cuyos rastros han sido hallados en los lugares más insospechados. Ahora, un reciente estudio dirigido por el paleontólogo Louis L. Jacobs y su equipo internacional ha sacado a la luz un fascinante descubrimiento: huellas casi idénticas de dinosaurios han sido encontradas en Brasil y Camerún, a más de 6.000 kilómetros de distancia entre sí.
260 huellas
Estas huellas, más de 260 en total, son la prueba tangible de que estas enormes criaturas caminaron por tierras que en su tiempo eran una sola. Hace 120 millones de años, antes de que los movimientos tectónicos separaran Gondwana, los dinosaurios cruzaban libremente entre lo que hoy consideramos dos continentes diferentes.
Las huellas, que se formaron en el barro y sedimentos de antiguos ríos y lagos, ofrecen una ventana única al pasado. Así, este descubrimiento no solo nos muestra la capacidad de estos antiguos seres para desplazarse grandes distancias, sino que también ilumina el proceso geológico que finalmente dividiría África y América del Sur.
El espejo geológico de un mundo perdido
Los vestigios de estas antiguas criaturas se encuentran en lugares como la Cuenca de Sousa en Brasil y la Cuenca de Koum en Camerún. Estos lugares, que alguna vez estuvieron conectados, ahora son testigos de cómo la separación de Gondwana transformó el paisaje terrestre. Concretamente, la región de Borborema en el noreste de Brasil, donde se hallaron las huellas, fue una de las últimas conexiones entre los continentes antes de su división.
Los sedimentos que contienen las huellas, así como polen fósil que indica una antigüedad de 120 millones de años, nos hablan de un mundo en el que ríos y lagos cruzaban el supercontinente, permitiendo la vida entre lo que ahora es el Atlántico.
Una larga pista de ornitópodos en Passagem das Pedra, cuenca de Sousa, preservada en depósitos de llanura aluvial del Cretácico Inferior.
La investigación liderada por Jacobs no solo se centró en las huellas, sino también en el entorno en que estas se formaron. La presencia de estructuras geológicas conocidas como «cuencas en semigraben», un tipo de cuenca tectónica asociada a procesos de extensión en la corteza terrestre.
Estas cuencas se forman cuando una sección de la corteza se estira y se fractura, creando fallas normales (fallas donde el bloque de roca por encima de la falla se desplaza hacia abajo en relación con el bloque debajo de la falla). Todo ello sugiere que la separación de los continentes fue un proceso gradual, marcado por una actividad tectónica intensa.
La historia de estas huellas es también un tributo al difunto paleontólogo Martin Lockley, quien dedicó gran parte de su carrera a estudiar las huellas y pistas dejadas por los dinosaurios. Sus esfuerzos, junto con los de los investigadores de Harvard, la Universidad Northwestern y la Universidade Federal do Rio de Janeiro, han permitido reconstruir una parte crucial de la historia geológica de nuestro planeta.
El legado de Gondwana
La separación de África y América del Sur, que comenzó hace unos 140 millones de años, marcó el inicio de la formación del océano Atlántico. A medida que las placas tectónicas se alejaban, el magma ascendía para formar nueva corteza oceánica, llenando el vacío entre los continentes. Este proceso, que dio lugar al océano tal como lo conocemos hoy, dejó marcas indelebles en la corteza terrestre y en la historia de la vida en nuestro planeta.
Así pues, este descubrimiento no solo añade una pieza más al complejo rompecabezas de la historia geológica, sino que también nos invita a reflexionar sobre cómo nuestro planeta ha ido cambiando a lo largo de las eras, y seguirá haciéndolo.