Trabajadores argentinos dejan la pasividad y preparan acciones contra gobierno de Milei

Página 12

La CGT abandona la pasividad en la que había ingresado tras el paro general del 9 de mayo. Y es que los sectores más dialoguistas finalmente se convencieron de que las charlas que había abierto el gobierno de Javier Milei no iban a ninguna parte. O peor, la Casa Rosada ignoró todo lo conversado para profundizar el ajuste y destruir la legislación laboral.

Los datos son funestos: el consumo cayó casi 10 por ciento respecto a mayo, la pobreza crece sin freno y el desempleo despega. En este contexto, durante la última reunión del consejo directivo, se concluyó que «el gobierno hizo todo para que volvamos a la calle» y se acordó elaborar un nuevo plan de acción.

La primera actividad será la marcha del 7 de agosto, el día de San Cayetano, donde confluirá con las dos CTA y los movimientos sociales. El resto deberá ser aprobado en un plenario de regionales, pero algunos integrantes de la conducción ya hablan de aplicar la táctica de «golpear y retirarse» a ver qué hace la Rosada porque, como coincidieron todos los integrantes del consejo directivo, «estamos solos sin conducción política (partidaria)». 

En el principio

A pocos días de asumir, el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció una devaluación del 118 por ciento. La economía sufrió frenazo que se sintió de inmediato en los bolsillos de los trabajadores. El inicio del ajuste en el Estado no se hizo esperar y tampoco las protestas y movilizaciones de los sindicatos.

De inmediato la CGT, la más grande del país, reaccionó. Primero fue a la justicia, con movilización incluida, con un amparo para frenar el capítulo laboral del DNU 70/2023. Luego, y junto a las dos CTA, anunció un paro con movilización cuando solo habían transcurrido 44 días de gobierno libertario. Fue el 24 de enero. 

No terminó allí. Luego se sucedieron otras grandes movilizaciones donde la central participó, como las del 8 y 24 de marzo y la de la universidad en abril y el segundo paro general del 9 de mayo.

Sin embargo, a partir de ahí se produjo una especie de calma chicha cegetista que no se correspondía con lo que sucedía en las calles. El gobierno supo en ese momento tocar esa fibra interna del sector mayoritario de la CGT, la del diálogo antes que la acción, y los grupos conocidos como «gordos» e «independientes» se sentaron con el secretario de Trabajo, Julio Cordero, a ver si la nueva ley Bases no se las agarraba con la legislación laboral y, además, con las obras sociales. 

Regreso a la calle

A pesar de la diferencia de tácticas utilizadas, tanto Héctor Daer como el propio Moyano reconocen que la unidad de la CGT no estuvo en peligro. «Estos tres giles hablan todos los días», le dijo a los periodistas el día que se reunió el consejo directivo y hacía referencia a él, Moyano y Carlos Acuña que forman el triunvirato.

Para eso señalaron que es imprescindible que todo lo que se organice deber ser un éxito en convocatoria. En esa línea se inscribe la marcha del próximo miércoles. Por caso, Moyano afirmó, durante una entrevista con el programa radial «Rezá por mí», que será la continuidad de lo que se inició en diciembre pasado: «Vamos con la consigna histórica: paz, pan y trabajo. Y más allá de pedirle a San Cayetano, será una jornada de protesta en paz y multitudinaria. Los reclamos son contra la recesión, los despidos, contra la reforma laboral, en contra que los trabajadores paguen ganancias y para que se entregue los alimentos a los comedores y merenderos”.

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