Washington | Agencias
Tras una contundente victoria electoral, que le entregó lo que el presidente electo Donald Trump y los republicanos llaman un “mandato para gobernar”, surge una incómoda pregunta política: ¿Habrá espacio para la disidencia en el Congreso de Estados Unidos?
Trump está lanzando el guante incluso antes de asumir el cargo al desafiar al Senado, en particular, a que se atreva a impugnar las nominaciones de Matt Gaetz, Robert F. Kennedy Jr. y otras designaciones controvertidas para su gabinete y puestos en el gobierno.
La promesa de un gobierno unificado, con la conquista de la Casa Blanca por el Partido Republicano y mayorías republicanas en la Cámara de Representantes y el Senado, está dando paso a una realidad política más complicada, en tanto los líderes del Congreso se enfrentan de nuevo a lo que significa alinearse con la agenda de Trump.
“Este va a ser un momento de alerta roja para la democracia estadounidense”, dijo el senador Chris Murphy, demócrata por Connecticut, a la cadena televisiva CNN después de que Trump propusiera a Gaetz como procurador general.
¿Poder absoluto?
Trump regresa a la Casa Blanca en la cúspide de su poder político tras haber ganado tanto el Colegio Electoral como el voto popular para su partido por primera vez en décadas.
Esta triple victoria en Washington ofrece a los republicanos una tentadora oportunidad política, en tanto les abre un universo de prioridades políticas: desde rebajas de impuestos hasta deportaciones masivas, pasando por el desmantelamiento de la burocracia reguladora y federal, además de las promesas de Trump de buscar venganza y condena para los que considera sus enemigos y de indultar a los que atacaron el Capitolio el 6 de enero de 2021.
Para el Congreso, también es un momento potencialmente existencial, que pone a prueba si su condición de poder co-igualitario con el Ejecutivo puede resistir una segunda administración Trump.
“Uno de los futuros posibles para el Congreso es que se convierta en un sello de goma”, dijo Phillip Wallach, académico del conservador American Enterprise Institute, que escribe con frecuencia sobre el Congreso.
Wallach dijo que la amenaza al Congreso ha estado en la mente de Trump, pero también cree que sería más pronunciada si los republicanos hubieran obtenido mayorías más amplias. La Cámara de Representantes, de hecho, puede acabar con números más bajos, y la ventaja de 53 escaños del Senado, aunque superior a la mayoría simple necesaria para confirmar a los nominados, difícilmente pueda considerarse un mandato.
Además, “no son unos peleles”, dijo Wallach refiriéndose a los legisladores electos.
Hay un Washington distinto de aquel del primer mandato de Trump. El Congreso se ha liberado de sus críticos más fuertes. Al mismo tiempo, La Corte Suprema ha virado drásticamente hacia la derecha, con tres jueces nombrados por Trump y un fallo mayoritario emitido durante el verano que concedió al presidente amplia inmunidad judicial.