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Volar con combustible de caña de azúcar: Brasil quiere liderar la carrera verde aérea

Hace tiempo que los aviones están en el punto de mira por su responsabilidad en el calentamiento global, y aunque ese sector es uno de los más atrasados en la descarbonización, ya hay alternativas al alcance. Se trata del llamado SAF (la sigla en inglés de combustible sostenible para aviación), que emite hasta un 80% menos de C02 que el queroseno convencional. Una de sus variantes puede lograrse a partir de etanol, el biocombustible que en Brasil se hace sobre todo a base de caña de azúcar. Los especialistas pronostican una revolución en los próximos años a nivel mundial, y Brasil, uno de los mayores productores de etanol del mundo, se frota las manos. No obstante, aún hay muchos desafíos en el camino, como el peligro de que la demanda de caña y otros cultivos acabe impulsando la deforestación. De momento, los SAF están en una fase inicial, como las placas solares hace 20 años. La tecnología funciona y tiene numerosas ventajas (no hay que adaptar los motores de los aviones, por ejemplo), pero aún es cara y falta producción a gran escala. Hasta ahora, la mayoría de estos combustibles se elaboran a partir de restos de grasas animales o aceite de cocina usado, pero con esos insumos no es fácil aumentar la fabricación exponencialmente.

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Más colaboración, menos confrontación

Comencemos por lo evidente: la invasión rusa del territorio ucraniano terminará en algún momento, ya sea por la derrota de una de las partes o bien por un acuerdo diplomático. Al menos esta cuestión, lógica, debería estar fuera de debate. Pero la derrota de algún bando no está en este momento entre las posibilidades reales, ya que Occidente nunca permitiría que Ucrania sea derrotada por completo, y Rusia –una gran potencia nuclear–, introducirá en el conflicto sus armas nucleares antes de verse doblegada. Dado que la derrota de uno u otro lado queda simplemente descartada, la única salida es la de un acuerdo diplomático. La alternativa a este acuerdo es, en pocas palabras, el suicidio colectivo, a medida que ambas partes siguen escalando el conflicto hasta un punto de no retorno. Estados Unidos ha articulado una política que desea prolongar la guerra con el objetivo de “debilitar severamente a Rusia” –como el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Lloyd Austin, y otros altos funcionarios han afirmado explícitamente – y que pretende colocar a Ucrania en una posición de mayor fortaleza para unas eventuales negociaciones. Pero esta política de “debilitar a Rusia” a través de la escalada de la guerra en Ucrania no sólo es la posición de Estados Unidos, sino también la del Reino Unido y, con alguna variación, la de sus aliados europeos. Francia, como es habitual, objeta algunas cuestiones secundarias, pero a la hora de tomar posición no deja de alinearse con Washington.

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